POR FIN HAY TRENES DIURNOS DIRECTOS DESDE EL CANTÁBRICO HASTA ANDALUCÍA.

Hasta ahora había algunos precedentes como el Gijón-Sevilla por la ruta de la Plata, que dejó de operar en 1985 y el Santander-Málaga o el Bilbao-Málaga nocturnos. Desde el verano de 2013 ya existe un servicio Gijón-Cádiz, un Santander-Cádiz y un Bilbao-Málaga; los dos primeros son exclusivamente diurnos y en el segundo caso hay días en que se circula por una ruta en los recorridos diurnos y por otra en los nocturnos.

Ya era hora de que las cabezas pensantes de Renfe se dieran cuenta de que no todos los viajes tienen que empezar o acabar en Madrid y se comenzara a tratar la red ferroviaria con otros criterios más adecuados para articular el territorio. Otros novedosos servicios unen Gijón con Castellón, además de la tradicional conexión Asturias-Alicante.

Los tiempos de recorrido son bastante razonables. Desde las capitales de Asturias y Cantabria se llega a Cádiz en unas 10 horas y los bilbainos llegan a Málaga en un poco menos, sin pasar por Sevilla. Obviamente no se compite en tiempo de viaje con los vuelos de Ryanair que unen Santander con Málaga y Sevilla pero las tarifas son muy similares a las del autobús y eso las hace atractivas. Los grandes beneficiados de estos nuevos trenes son los vallisoletanos, que se ven agasajados con unos nuevos servicios muy útiles.  Curiosamente algunos de estos trenes pasan por Segovia pero no paran, lo que me parece muy injusto, tanto en lo referente a la captación de turistas como en lo tocante a la movilidad regional.

Poco a poco van apareciendo nuevos trenes que van dando forma a una red ferroviaria integrada y con expectativas de unir las regiones aunque sea pasando por Madrid forzosamente, caso del tren Zaragoza-Alicante, que llega a destino sin pasar por Teruel ni Valencia como sería natural, ahorrando tres horas de viaje.

CONDUCIENDO POR ITALIA

No son pocos los españoles que viajan a Italia con su propio coche o bien alquilan uno en destino. 

Más vale tener en cuenta algunos aspectos de las infraestructuras viarias antes de decidirse a conducir por territorio italiano y lo mismo ocurre con la idisosincrasia local al volante.

De mano tendremos en cuenta que hay un 50% más de italianos que de españoles y que su territorio es un tercio menor que el nuestro. Por lo tanto hay muchos italianos en poco sitio, la densidad de población es muy elevada y además el territorio resulta muy accidentado. Los que vivan en Bilbao igual no notan tanto la diferencia pero los de Cuenca seguro que sí.

Para empezar hay que tener en cuenta que las autopistas de peaje son el único medio seguro para llegar desde un punto a otro allí donde existen, ya que las alternativas por nacionales son inexistentes o inconvenientes, algo así como ir de Bilbao a San Sebastián por la antigua 634. Hay tramos gratuitos de autovías construidas por el estado, pero no abundan precisamente.

Mucho ojo porque las autopistas de pago pueden carecer de arcenes a ambos lados durante muchos kilómetros; una avería puede acarrear consecuencias muy graves porque no hay dónde dejar el coche y frecuentemente no podremos huir hacia ninguna parte ya que los tramos se componen de túneles seguidos de puentes y continuados por más túneles o precipicios. Lo más grave es que puedes entrar a la autopista por una incorporación y encontrarte con un STOP que te obligará a poner el coche de cero a cien en tiempo récord; muy a menuno el carril de incorporación tiene una longitud ridícula o también sirve para la salida, en plan ruleta rusa. Los carriles de salida a veces son tan diminutos que tienes que bajar de velocidad antes de tomarlos y retener a los coches que circulan detrás. No puedes bajar de 120 a 40 en 30 metros.

El concepto de circunvalación gratuita no es nada habitual y habremos de recurrir a la autopista de pago para cualquier desplazamiento. Las tarifas no son especialmente caras pero el gasoil sobrepasa fácilmente el euro con 70 céntimos.

Si bien en autopista no se detectan conducciones agresivas, todo cambia cuando entramos en las impresentables carreteras nacionales o de segundo orden. No se entiende que un país del primer mundo tenga una red de comunicaciones tan impresentable y en tan mal estado. A ello hay que añadir que la conducción italiana en zonas urbanas y rurales se parece más bien a un concurso de pilotaje, cosa que se les da muy bien aunque lo de conducir es otra cosa.

No es que en España se conduzca presisamente con elegancia y menos en ciertas ciudades que no voy a mencionar, pero en Italia lo que abunda en carretera es la mala leche y las líneas contínuas no significan absolutamente nada para muchos italianos. Por cierto que los pasos de peatones no suelen respetarse y es algo que da miedo porque son muchos los que aceleran para disuadir a los peatones, como se hace en Eslovaquia, Polonia y hasta los USA.

Conducir en Italia no es precisamente una experiencia agradable y menos aún cuando procedemos de Francia, con rutas muy bien señalizadas y conductores más pacientes. Personalmente recomiendo recurrir al transporte público siempre que se pueda y alquilar únicamente para los días imprescindiblemente necesarios.

En rutas rurales de regiones como la Toscana las carreteras son como las españolas de los años 70, con asfalto muy degradado, pintura irregular y casi ninguna variante que esquive los cascos urbanos. Da igual a qué velocidad vayas porque siempre habrá alguien detrás con mucha prisa por adelantar. En zonas urbanas las motos añaden más aventura a la conducción porque adelantan como les da la gana.

En general la impresión que uno se lleva es la de estar en el Portugal de los 80, con una anarquía generalizada en la carretera. No es que los italianos sean mala gente, sino que se ven obligados a luchar en una selva de tráfico dentro de un país con carreteras que no se merecen. No encuentro ninguna justificación pero los italianos no dudan en circular por dirección prohibida si no les ve nadie. Pueden entrar a una gasolinera por cualquier carril en lugar de hacerlo por el lado derecho de la marcha.

En ciudades y pueblos hay zonas reservadas únicamente para residentes y hay que evitar la entrada en ellas porque las multas son muy altas. Aparcar es todo un ejercicio de paciencia y los parkings de pago tienen tarifas de pago por horas completas, lo que hace que 70 minutos cuesten lo mismo que 120.

La autopista Ventimiglia-Génova merece un capítulo aparte y uno desearía circular arriba y abajo por la autopista asturleonesa del Huerna o por la A-8 entre Bilbao y San Sebastián. La orografía no ha dejado mucho margen a la infraestructura y la obra impacta a propios y extraños, con el agravante de que las salidas o te dejan a 8 kilómetros de la población o las casetas del peaje se hallan en plena calle del pueblo, a 100 metros de la salida, cosa que ocurre en Ermua.

No creo que vuelva a conducir en Italia a no ser que me quede más remedio.